Sobre la historia natural de la destrucción – W.G. Sebald

Historia natural de la destrucciónSobre la historia natural de la destrucción es de esos libros que lo dejan a uno en ese espacio vacío, donde nada tiene verdadero lugar. Donde no se tiene ni puta idea qué decir, qué pensar o qué hacer con él. Decir que es un libro malísimo, fragmentado, que se pierde en detalles sin relevancia, a través de un ejercicio crítico pesado, lento y un poco arcaico, no es suficiente, ni aceptable. Porque tampoco lo es.

Decirle que tiene una perspectiva reveladora, con una intención incendiaria y atrevida, con la indagación prohibida de una memoria colectiva velada y trastornada, tampoco. Porque tampoco lo es.

Como comencé diciendo, este libro se pierde en detalles irrelevantes, críticas ensañadas y un ejercicio crítico-literario ambigüo. Una pesadez escrita se va haciendo cada vez más fuerte, poniendo la organización del libro en picada -según tengo entendido, es una recopilación de un par de ensayos. Así de sencillo, creo que quien haya hecho esto -sea el mismo autor o algún editor- tenía la firme intención de llenar más páginas y hacer un libro de mediana extensión. La mayoría del libro, con todo respeto, no vale la pena. Se hace cada vez más obtuso, denso y fangoso, donde una crítica al olvido colectivo en la Alemania de la Posguerra se pierde en una reunión de nombres, y nombres, y nombres, y citas, y citas, y citas, que al final no terminan en nada. En una enconada crítica que poco aporta, y poco menos importa.

La primera parte -reveladora y potente, como una bomba incendiaria- se va apagando en la frialdad criticista de una literatura vasta y desconocida. No sé si sea esto lo que obstaculiza la lectura, pero aunque se tiene en cuenta el punto de vista y la intención de Sebald, esta se va haciendo menos contundente y ralentizada. ¿Eso hace la crítica literaria? ¿Para eso se estudian no sé cuantos semestres, se hacen estudios posteriores y todo el cuento? Sé que eso no tiene que ver con Sebald, pero el criticismo que el cuela en sus páginas me hace preguntar sobre el asunto. Se hace todo eso para terminar en un frío atado de fragmentos que -si le echamos cabeza- a ningún lado lleva. Porque puede que haya un punto, pero con todo eso, al final el logro es tan solo una ilusión citada, de creer que se encontró la prueba de nuestra intuición, en un texto que es un entramado de citas y referencias en el vacío.

Volviendo a Sebald, me quedo con la primera parte del texto. La que entra con fuerza, la que pone el dedo en la llaga. La que muestra la paranoia, el trauma, la destrucción, el olvido colectivo, los contrastes de la naturaleza humana. Después, su historia natural, no sé porqué y ahora no me interesa averiguarlo, me tiene sin cuidado. Es extraño que un «literato» diga esto, pero es que no me importa. No me importan los nombres, los errores, los pecados lingüísticos, pero, tal vez, con ponerse a pensar en la capacidad humana para auto-volversemierda el resto deja de importar. No digo que todo sea un pesimismo existencial, todo el tiempo, a toda hora, pero ya las demás páginas, con su objetiva frialdad no tienen importancia.

Pero eso no podría decir más sobre este libro, no sé, objetivamente no me interesa. Con un poquitico de moralismo, me retiro. Al menos ahora, que estoy pensando más bien en la asombrosa capacidad del hombre para la destrucción, y con el conocimiento que aquí, con este post yo también, lo estoy haciendo… menos mal no sé cómo putas se arma una bomba molotov -pero podría buscarlo en internet.

Abadía Vernaza

La Iliada – Homero

Y se podría pensar que sigi re.blandito, hablando bien de todo el mundo, pero acepto que esto va después de Sebald, así que no es una vaina que se me haya quedado pegada. Sebald me causó muchos problemas, no sé por qué, y pues tocará -algún día- releerlo a ver qué diablos pasa ahí. Sí, no sé, la vaina con Sebald no fue fácil pero vamos tío, que todos merecemos una segunda oportunidad, para bien o para mal, y tal vez, la próxima vez, el viejo Winfrido y seamos amigos y terminos todos tomados de las manos cantando canciones de libertas, o alguna huevada de esas. Pero por ahora, dejémoslo ahí, y pasémos a Homero.

Homero, el griego (no es el amarillo, bonachón, que me encanta ver a diario) tiene una excesiva facilidad pa’ caerme bien. No sé si por ser griegro, si porque me lo imagino todo barbudo y con una bata blanca, fresco de la vida en el medio del Peloponeso, o porque se contó unas historias que con toda se ganan el lugar que tienen en la historia de Occidente -no me voy a poner a discutir eso, Homero es Homero y punto, hay que leerlo, así como hay que ver Los Simpsons o bailar cada vez que se pueda, o sea, de esa no hay otra). Así, en un curso de Homero para Dummies -porque pa’ qué repetir lo que tanto han dicho y tantas personas sabias estudias, como Helenita Iriarte, lehrerin de Literatura Clásica, y que tan querida es- de Homero podemos decir que está ahí porque dijo lo que tenía que decir. Puso en una historia entretenida, con el suficiente número de muertos, heridos, naves, mujeres, batallas, monstruos mitológicos, sangre y héroes, la esencia de los hombres. Uhh, eso suena a wuash, la esencia, o sea, total. Pero sin joder, los relatos míticos que reunió Homerito tienen las virtudes y los defectos de los hombres. Sus necesidade y hasta más. Incluso, la asombrosa capacidad del hombre para volversemierda por las causas más inesperadas. La capacidad del hombre pa’ armar un zafarrancho y darse duro: la guerra. Porque antes que las entidades internacionales, los tratados, la diplomacia, las naciones unidas, existió la guerra. El juego favorito de los hombres. Y Homero lo puso ahí, en su Iliada, dejando un legado de imágenes, héroes, virtudes, esencias, que aún, como dos mil y pico años después se siguen discutiendo. Eso no se hace por que sí. Puede que Harry Potter venda 20 millones de copias el primer día -eso tampoco lo hace cualquiera- pero sobrevivir 2000 años de terca historia humana, duro. Alguien me dijo que me las pico a occidental porque me gusta más Homero que Huaman Poma de Ayala o el Huarochirí, pero sí, Homero rules.

Homero me cae bien, al fin de cuentas. Y eso, dentro de mi criterio, cuenta mucho.

Abadía Vernaza